
“Empezamos a usar nuestro enojo como vehículo para el cambio cuando somos capaces de compartir nuestras reacciones
- sin hacer responsable a la otra persona de causar nuestros sentimientos,
- sin echarnos la culpa de las reacciones que otros tienen en respuesta a nuestras opciones y acciones.
Somos responsables de nuestro propio comportamiento, pero no de las reacciones de los demás, ni ellos de las nuestras.
Las mujeres aprendemos con frecuencia a invertir éste orden de las cosas:
- dedicamos nuestra energía a hacernos responsables de lo que sienten y piensan otras personas y de cómo se conducen,
- y dejamos en manos de otros nuestra propia responsabilidad.
Cuando ésto sucede, se hace difícil, si no imposible, cambiar las viejas reglas de una relación” . pp. 116.
[…]
“¿Por qué la cuestión ‘¿Quién es responsable de qué?’ es tan enigmática para las mujeres?
A nosotras se nos ha disuadido especialmente de que asumamos la responsabilidad de
- resolver nuestros propios problemas,
- determinar nuestras elecciones
- y ser nosotras mismas quienes controlemos la calidad de la orientación de nuestra vida.
A medida que aprendemos a no sentirnos responsables de nuestra propia persona, tendemos a culpar a los otros por no ser capaces de llenar nuestro vacío o de proporcionarnos felicidad… que es algo que no les corresponde a ellos.
Al mismo tiempo, sin embargo, puede suceder que nos sintamos responsables de más o menos todo lo que pasa a nuestro alrededor.
- Estamos prontamente dispuestas a dejar que nos achaquen los problemas de otros,
- y somos rápidas en aceptar el veredicto de culpabilidad.
También nosotras, en el proceso, llegamos a creer que podemos evitar los problemas; basta con que nos esforcemos lo suficiente. La verdad es que, como ‘problemas de las mujeres’, la culpa y la autorecriminación son de proporciones epidémicas” pp.117
Fragmento de Capítulo 7:
“¿Quién es responsable de qué?
La cuestión más espinosa del enojo”
“La danza de la ira”, Harriet Lerner
Harper Libros, 1995.

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